El presidente que se hizo famoso por hablar sin filtros, por gritar sus convicciones y por enfrentarse con todos, ahora eligió callar. En medio de uno de los mayores escándalos que golpean a su Gobierno, Javier Milei se refugió en un silencio que estremece y que abre interrogantes sobre su estrategia y su verdadera situación de poder.
El detonante fue un audio demoledor del exdirector de la Agencia Nacional de Discapacidad, Diego Spagnuolo. Allí denunció una presunta estructura corrupta encabezada por la mismísima hermana del Presidente, Karina Milei, y aseguró haberle advertido al propio jefe de Estado sobre estas maniobras. La acusación, por su gravedad, debería haber generado una reacción inmediata. Sin embargo, la respuesta oficial fue tan fría como sorprendente: un simple tuit desde una cuenta institucional anunció la salida del funcionario, sin firma presidencial ni palabra alguna del vocero.
El detalle más llamativo es que nadie se apresuró a desmentir. Ni Milei, ni Karina, ni los funcionarios más cercanos hablaron de falsedad, de manipulación o de campaña sucia. No hubo un solo gesto de indignación frente a la supuesta mentira. Y ese vacío, ese silencio sepulcral, terminó convirtiéndose en el centro del debate.
Mientras la indignación crece y los audios recorren todos los medios, el Presidente mantiene su rutina de campaña como si nada pasara: actos, recorridas, discursos armados y fotos sonrientes. La consigna parece ser una sola: no mirar el escándalo, no darle entidad, actuar como si no existiera. Pero el efecto puede ser el contrario: el silencio ensordece y se transforma en un mensaje más fuerte que cualquier declaración.
En la arena política, muchos se preguntan si esta actitud es parte de una estrategia fría y calculada o si esconde debilidad y temor a enfrentar la verdad. Milei, el hombre que siempre eligió la palabra como arma de combate, parece haber descubierto que a veces callar duele menos que hablar.
Sin embargo, el costo de ese silencio puede ser altísimo. La sociedad espera explicaciones, el poder demanda señales y la oposición no deja de aprovechar el vacío para reforzar la idea de un Gobierno bajo sospecha. Milei guarda silencio… pero su silencio habla por él.