En un gesto tan simbólico como contundente, Javier Milei reapareció acompañado por su hermana Karina en la inauguración de un nuevo edificio clave, un acto que impactó como una declaración de fuerza en medio del caos político.
Desde el atril, el presidente se plantó con vehemencia: “No es que al Gobierno le falte política… —sentenció—— los de enfrente quieren romper todo”. El mensaje se hizo eco instantáneo: no hay debilidad, hay ofensiva. Y los “enemigos del progreso”, según su discurso, solo buscan incendiar el país.
En un discurso recargado de metáforas bélicas, comparó al poder oficial con un alfil en un tablero de ajedrez dinámico, mientras denunciaba a “los orcos del Congreso”, “los destituyentes” empeñados en destruir el plan económico y trizar la paz fiscal. Lo describió como una lucha dramática entre dos bandos irreconciliables.
Pero el acto fue más que palabras duras: fue una imagen calculada. Milei eligió presentarse flanqueado por su hermana, secretaria general de la Presidencia, como un símbolo de unidad indestructible en el poder. Una pareja de hermano y hermana que proyecta convicción, blindando el frente interno ofreciéndose como una muralla férrea ante cualquier intento de quiebra política.
El mensaje fue claro: no hay grieta interna que alterar, hay guerra abierta afuera. Y el escenario está listo para la batalla.