La interna libertaria estalla en el corazón del poder. Javier Milei reacomoda su gabinete entre gritos, traiciones y desconfianza. Adorni se queda con la comunicación, Bullrich con Migraciones y el RENAPER, y Santilli jura un cargo sin poder. El “reordenamiento” huele más a crisis que a gestión.
El gobierno de Javier Milei se tambalea y el Presidente reacciona con una jugada desesperada: rearmar su gabinete para concentrar poder en sus incondicionales. Este martes, un DNU oficializó el traspaso de áreas clave que dejan a Manuel Adorni y Patricia Bullrich como los nuevos amos del control estatal.
Adorni, convertido en un “supervocero”, manejará toda la comunicación del Gobierno y los medios públicos, mientras Bullrich, cada vez más empoderada, suma bajo su mando Migraciones y el RENAPER. En los pasillos ya hablan de un “Estado policial en gestación”, donde la información y los documentos personales quedan en manos de los halcones del poder.
Santilli, por su parte, fue reducido a una figura simbólica: un ministro del Interior sin ministerio. Desde la propia Rosada admiten que “Karina Milei no le confía ni el saludo”. La “hermana del Presidente” sigue moviendo los hilos y deja claro quién manda realmente en este gobierno que promete orden, pero respira caos.
Lejos de una reestructuración técnica, la maniobra de Milei revela un gobierno fracturado, dominado por la paranoia y el control interno. Cada decreto, cada traspaso, cada renuncia, parece un intento desesperado de contener un incendio que ya se les fue de las manos.
Argentina asiste a un espectáculo de poder, ego y descontrol… mientras el país real sigue esperando soluciones que nunca llegan.
