El oficialismo libertario quiere meter la reforma laboral por la ventana antes de fin de año, mientras el país se hunde entre inflación, ajuste y una crisis social que no da respiro. Bullrich toma el control del Senado y busca imponer el plan de Milei a cualquier costo.
El Gobierno de Javier Milei no frena ni en medio del incendio. Con los precios por las nubes y la gente contando monedas, la Casa Rosada ahora apunta al corazón del trabajo argentino: una reforma laboral exprés que podría votarse en el Senado en diciembre.
La movida fue anticipada en una reunión entre senadores libertarios y Patricia Bullrich, actual ministra de Seguridad y futura jefa del bloque oficialista en la Cámara Alta. Allí se habló de iniciar el debate apenas arranquen las sesiones extraordinarias, en plena época de fiestas y mientras el Congreso intenta apurar el Presupuesto 2026.
La maniobra no sorprende: Milei y Bullrich buscan aprobar todo a contrarreloj, cuando el país mira para otro lado y los gremios aún se preparan para reaccionar. En paralelo, la vicepresidenta Victoria Villarruel sigue aislada, debilitada y rodeada de un equipo que no logra ordenar la Cámara.
Según fuentes del Senado, el objetivo es claro: flexibilizar el trabajo, recortar costos y cumplir con el Fondo Monetario, aunque eso signifique borrar derechos conquistados durante décadas.
Dentro del oficialismo crece el malestar. Muchos legisladores nuevos ni siquiera conocen el reglamento del Congreso. Pero la orden desde la Casa Rosada es avanzar, cueste lo que cueste.
Mientras tanto, los sindicatos ya advierten que no se quedarán de brazos cruzados. Si el Gobierno insiste con esta reforma, las calles volverán a hablar.