Los secretos más turbios del pacto Milei–Trump: un acuerdo escrito en Washington y firmado con obediencia porteña

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El flamante acuerdo comercial entre Javier Milei y Donald Trump vuelve a exponer la dependencia política y económica del Gobierno argentino. Presentado como un “gran logro”, el convenio esconde tensiones, improvisación y una entrega diplomática que ya genera preocupación incluso dentro de la propia Casa Rosada.

Todo comenzó en abril de 2025, cuando Trump aplicó aranceles masivos a casi todos los productos importados por Estados Unidos. El mundo quedó en alerta y la Argentina, desorientada, envió a toda prisa a su delegación para negociar. Pero lo que encontraron en Washington fue un verdadero circo: Howard Lutnick y Jamieson Greer, los dos funcionarios clave del acuerdo, se gritaban y se cruzaban delante de los enviados argentinos como si estuvieran en una pelea interna televisada. La situación llegó al ridículo cuando una amenaza de bomba obligó a evacuar el edificio y suspendió todo.

Con el correr de las semanas, la interna estadounidense se calmó y Trump tomó el control total. El acuerdo técnico estaba cerrado hacía meses, pero la Casa Rosada tuvo que esperar hasta que el expresidente decidiera políticamente cuándo anunciarlo. El Gobierno argentino, como es habitual, quedó sentado en primera fila… esperando órdenes.

Ayer finalmente llegó el aval desde la Casa Blanca. Trump autorizó el comunicado —por tercera vez— y Milei lo celebró como si fuera una victoria personal. Pero el pacto argentino no es exclusivo ni especial: se anunció junto a acuerdos idénticos con Ecuador, Guatemala y El Salvador. Un “club de beneficiados” que deja en claro que no hubo ninguna negociación privilegiada.

El contenido también genera dudas. Aunque el arancel general será del 10%, Estados Unidos mantendrá el 50% para el aluminio y el acero, sectores que considera estratégicos. En otras palabras: Argentina abre su mercado, pero los norteamericanos protegen lo que realmente les importa.

Para reforzar la alineación ideológica, el acuerdo incluye un párrafo que critica la matriz productiva de China, calcado del discurso trumpista, y también exige compromisos laborales que Estados Unidos no siempre aplica puertas adentro.

Ahora empieza la parte más incierta: un extenso proceso jurídico que puede demorar meses. Y, como siempre, la decisión final queda en manos de Trump, que definirá cuándo y qué partes del acuerdo se activan, según su conveniencia política.

Mientras volvía a Buenos Aires, el canciller Pablo Quirno no descartaba un llamado directo entre Milei y Trump. El Presidente quiere agradecerle personalmente “el apoyo histórico”. Una imagen que resume todo: un Gobierno celebrando un acuerdo que fortalece a Washington mientras Argentina sigue esperando los beneficios que, una vez más, prometen… pero no llegan.

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