Escándalo total en el Senado: juras, aprietes y un papelón que el Gobierno intenta tapar

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Lo que debía ser una ceremonia institucional terminó convertido en otro capítulo del caos político que ofrece este Gobierno. La jornada estuvo marcada por el bochorno que rodeó a Lorena Villaverde, la senadora electa que no pudo jurar porque —según fuentes del propio recinto— Patricia Bullrich la obligó a irse bajo amenaza de expulsión. Una escena más propia de un programa de televisión que de un Congreso.

Mientras las familias de los nuevos senadores ingresaban al Palacio Legislativo, el poder real ya estaba acomodado en los palcos: Karina Milei, Manuel Adorni y Diego Santilli, instalados en un balcón reservado originalmente para familiares. Desde allí siguieron la situación como si fueran directores de una obra que ellos mismos escribieron.

Villaverde llegó a sentarse en su banca, pero Bullrich la interceptó de inmediato. Con gestos duros y un tono que se escuchó hasta en los pasillos, la ministra le advirtió que sería expulsada si no se retiraba. Villaverde levantó sus cosas y se refugió en el Salón Eva Perón, mientras el Senado —obediente— votaba quitarle el título y enviar su caso a Comisión. Resultado: el oficialismo arranca con 19 senadores y no 20, aunque intenten taparlo con excusas técnicas.

Después del escándalo, la sesión continuó como si nada hubiera pasado. Se aprobaron cargos y comenzó la jura de los nuevos senadores. El momento estelar fue, por supuesto, Patricia Bullrich, que subió rodeada de su familia. Desde el palco, Karina Milei, Adorni y Santilli se pusieron de pie para aplaudirla, con sonrisas exageradas y pulgares arriba. Fue la única ovación de pie de toda la jornada.

El contraste llegó cuando la senadora Cándida López juró mencionando a Malvinas y a los 30.000 desaparecidos. Esta vez, los funcionarios del Gobierno no aplaudieron, no sonrieron y se quedaron inmóviles, dejando en claro qué temas les incomodan.

Mientras tanto, Villaverde seguirá en suspenso: sin título, sin banca y con su propio espacio político dejándola afuera. Otro episodio que confirma cómo este Gobierno maneja las instituciones: entre improvisación, aprietes y un show permanente de poder personalista.

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