Cada 25 de mayo, el locro se convierte en protagonista de la mesa argentina. Este guiso espeso y sabroso no solo calienta el cuerpo en los días fríos de otoño: también condensa siglos de historia, identidad y resistencia popular. Pero, ¿por qué elegimos este plato para conmemorar la Revolución de Mayo?
El locro tiene raíces precolombinas, originario de los pueblos andinos que lo preparaban con maíz, zapallo y porotos. Con el tiempo, y ya en época colonial, fue adoptado por las clases populares, que le sumaron carnes, chorizo y panceta. Su preparación larga y comunitaria lo convirtió en símbolo de encuentro y pertenencia, ideal para fechas que celebran la unidad nacional.
Comer locro el 25 de mayo es un gesto cargado de significado. Así como en 1810 el pueblo se reunió en la Plaza para exigir libertad, hoy nos reunimos alrededor de una olla para recordar que la patria se construye desde lo colectivo, con raíces profundas y sabor criollo.
Más allá de la receta, el locro es un acto cultural. Cada cucharada honra las luchas pasadas y refuerza la identidad de un pueblo que no olvida que su historia también se cocina.