Hace exactamente cuatro décadas, el país se sentaba frente al televisor para ver cómo la Justicia abría un capítulo inédito: el Juicio a las Juntas Militares, el primero en América Latina que llevó a los máximos responsables de una dictadura ante un tribunal civil.
Fue un lunes de otoño de 1985 cuando, en plena recuperación democrática y bajo la presidencia de Raúl Alfonsín, comenzó el proceso que puso en el banquillo a los jefes de la dictadura cívico-militar de 1976-1983. Cinco de ellos fueron condenados por crímenes de lesa humanidad, y otros cuatro absueltos. Durante 17 semanas de audiencias, se escucharon 709 casos de violaciones a los derechos humanos.
El fiscal Julio César Strassera cerró su alegato con una frase que marcó a generaciones: “Señores jueces, nunca más”. La sentencia fue seguida por televisión en todo el país. Los testimonios de las víctimas estremecieron a una sociedad que apenas comenzaba a dimensionar el horror vivido.
Desde entonces, Argentina nunca detuvo su camino de memoria, verdad y justicia. En 2003 se reabrieron los procesos, sumando a militares, policías, médicos y empresarios. La búsqueda de los nietos apropiados, con el impulso de las Abuelas de Plaza de Mayo y los avances científicos como el índice de abuelidad, también se volvió símbolo del compromiso argentino con los derechos humanos.
A 40 años de aquel juicio fundacional, el reclamo por justicia sigue vigente. Y la frase “nunca más” no es solo una consigna: es una promesa colectiva.