El billete de mayor denominación cumple un año y ya perdió cerca del 30% de su poder de compra. La inflación licuó su valor y expone, otra vez, la incapacidad del Gobierno para proteger el bolsillo.
El billete de $20.000 cumplió su primer año de circulación el 13 de noviembre y se transformó en el reflejo más crudo del deterioro económico. Salió como “la solución” para simplificar pagos y trasladar menos efectivo, pero la inflación lo dejó prácticamente inútil: hoy compra mucho menos que hace apenas doce meses.
El caso del asado lo deja claro. En noviembre de 2023 el kilo costaba $7.524, lo que permitía llevarse casi 3 kilos con un solo billete. Un año después, el kilo ronda los $11.776 y ese mismo papel alcanza para apenas 1,7 kilos. Una caída del 36% en su poder real.
La historia se repite con otros productos esenciales.
- Cuadril: de 2,2 kilos posibles a fin de 2023 a solo 1,4 kilos hoy.
- Aceite de girasol: antes se compraban 6 botellas; ahora, apenas 4.
- Pan francés: de 6,6 kilos a 5,1 kilos.
Afuera del súper, el panorama tampoco mejora.
- Nafta súper: pasó de $1.077 a $1.497. El billete que cargaba casi 19 litros ahora solo llega a 13.
- Gasoil: de 18,3 litros con $20.000 a apenas 13,2.
- Colectivo en el AMBA: el boleto mínimo subió de $371 a casi $495, reduciendo los viajes posibles de 54 a 40.
En todos los casos, el resultado es el mismo: el billete de mayor denominación se evaporó. Perdió alrededor del 30% de su capacidad de compra en un año y quedó tan golpeado como el resto de la familia de billetes, que hace tiempo sufre la misma erosión.
Un aniversario que solo sirve para confirmar lo evidente: en la Argentina, el dinero dura menos que las promesas de control inflacionario del Gobierno.