En una jugada sin precedentes, el primer ministro Edi Rama lanzó el plan “Albania 2030”: convertir al país en el primero del continente sin dinero en efectivo. En apenas cinco años, todas las transacciones deberán ser digitales, impulsando una revolución financiera que dejaría atrás siglos de billetes y monedas.
Rama asegura que la tecnología está lista para el salto y que el país debe “liberarse de las pesadas prácticas del pasado”. La transición, según él, no solo modernizará la economía, sino que acelerará su integración con la Unión Europea y reducirá la corrupción, fortaleciendo la trazabilidad de cada peso.
Pero en la práctica, el desafío tiende al colosal: un sistema bancario débil, acceso limitado a cajeros automáticos que apenas comenzaron a instalarse en 2004, falta de infraestructura digital en localidades rurales, y una población mayoritariamente acostumbrada al efectivo, sobre todo en zonas agrícolas y entre adultos mayores.
En un país donde el papel moneda ha sido, hasta hoy, el rey indiscutido, el anuncio sacude los cimientos. El cuento del “futuro sin billetes” se enfrenta ahora con una realidad cruda y urgente: ¿podrá Albania dar este salto tecnológico tan radical en tan solo cinco años, o quedará atrapada en un deseo irreal?