Un verdadero golpe a la ilusión infantil: las ventas de juegos y juguetes para esta celebración se desplomaron un escalofriante 5,2 % respecto al año pasado. Una caída que sacude a las PyMEs jugueteras y deja en jaque la supervivencia del rubro.
Lejos de desatar entusiasmo, el comercio electrónico, con un aumento del 30 %, logró apenas captar el 24 % de las operaciones, sin alcanzar a tapar el desplome del canal físico, que aún concentra el 76 % del mercado.
Las jugueterías de barrio, acostumbradas a un flujo constante, mostraron un ticket promedio de apenas $13.000, mientras que las grandes cadenas, repletas de productos importados (90 %) y licencias, facturaron cerca de $38.000. Pero nada alcanza: las promociones bancarias, otrora aliadas del sector, apenas llegaron a representar el 70 % de las ventas, muy por debajo del histórico 90 %.
La industria nacional no resiste: trabaja al 50 % de su capacidad, con escasos márgenes de ganancia y asalariados en riesgo. Y el panorama se agrava: entre enero y julio, las importaciones de juguetes trepó un 114 % en volumen y un 84 % en valor, sumando casi 14 mil toneladas ingresadas.
Peor aún: buena parte es “baratija” con precios tan bajos —menos de USD 3 por kilo— que ponen en duda su seguridad y la competencia leal. Alertan por la baja calidad de los productos y la relajación de controles oficiales.
La industria nacional, compuesta por unas 180 PyMEs que generan más de 8.000 empleos, clama por medidas urgentes: reducción de impuestos, logística más accesible y mayor respaldo estatal. Porque, si no, el último Día del Niño fue un signo claro: el sector juguetero está en emergencia.