Bernie Ecclestone, sin filtro en Interlagos: palos a la F1 moderna, elogios a Colapinto y la fórmula secreta para ganar en 2026

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En los boxes de Interlagos apareció como un fantasma ilustre: nadie lo miraba, pero allí estaba Bernie Ecclestone, el hombre que manejó la Fórmula 1 durante cuarenta años y hoy camina entre los equipos como si no hubiera soltado jamás las llaves del negocio. A sus 95 años —que no parecen 95— habló de todo: del presente descafeinado de la categoría, del futuro de Franco Colapinto y hasta de la Argentina que recuerda con nostalgia.

Fiel a su estilo, lanzó la primera bomba sin titubear: “La F1 cambió mucho. Algunas cosas son mejores… otras no tanto”. Y cuando se le preguntó qué es lo que menos soporta, apuntó directo al corazón de Liberty Media: “Hay demasiadas carreras. Demasiadas. No hace falta tanto circo”. El ex patrón dejó claro que, si fuera por él, la Máxima volvería a la era donde calidad valía más que cantidad.

Sobre lo que viene en 2026, Ecclestone no dudó: la guerra no será de alerones ni de túneles de viento, sino de motores. “El que haga el mejor motor va a ganar. Así de simple”, sentenció, como si todavía fuera él quien firma las órdenes del paddock.

También tuvo un guiño para Franco Colapinto, el piloto argentino que empieza a asomar entre los grandes: “Es talentoso y está en el equipo correcto. Hay que darle tiempo. Se va a adaptar y va a sobresalir”. No es un detalle menor: el propio Bernie intercedió hace un año para acercarlo a Alpine cuando Williams lo dejó sin lugar.

Y, como siempre, apareció el recuerdo inevitable: Carlos Reutemann. Para Ecclestone, el Lole sigue siendo un “viejo amigo”, el hombre que brilló en Brabham cuando él era dueño del equipo y la Fórmula 1 todavía era un territorio salvaje, sin filtros, sin guiones y sin el show enlatado que hoy domina las pantallas.

Ecclestone continúa recorriendo los circuitos con credencial vitalicia y con su esposa Fabiana Flosi —46 años menor y vicepresidenta de la FIA para Sudamérica—. Ya no maneja la F1, pero sigue opinando como si nada hubiera cambiado. Y quizá tenga razón: mientras él camina por los boxes como si fueran su casa, queda claro que la categoría aún vive bajo su sombra.

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