En una decisión que sorprendió a propios y extraños, el presidente Javier Milei volvió a poner en el centro de la escena al Ministerio del Interior, que había sido reducido a una simple secretaría, y designó como flamante titular a Lisandro Catalán. El hasta ahora vicejefe del Interior, un funcionario de bajo perfil pero con peso en la cocina del poder, pasó de las sombras a la cima en cuestión de horas y ya se erige como el nuevo hombre fuerte del oficialismo.
El movimiento llega en un momento caliente para el Gobierno, marcado por la derrota electoral en Buenos Aires y la tensión creciente con los gobernadores. Lejos de retroceder, Milei eligió endurecer el tono y lanzar un mensaje directo: solo habrá diálogo con los que se alineen a rajatabla con su proyecto. Catalán, de perfil técnico y lealtad absoluta, será el encargado de ejecutar esa estrategia sin concesiones.
El nombramiento sacudió el tablero político. El regreso del Ministerio del Interior se interpreta como un intento de recomponer el músculo institucional y de disciplinar a las provincias en un contexto de máxima incertidumbre. Catalán, abogado tucumano con trayectoria en el sector público y hombre de confianza de Guillermo Francos, deja de ser un operador de segunda línea para transformarse en protagonista de primera fila.
Con esta jugada, Milei busca blindar su relación con los gobernadores aliados y relanzar su gestión con una señal de poder. La creación de la llamada “Mesa Federal”, que Catalán integrará junto a Luis Caputo y Guillermo Francos, marca el rumbo de un Gobierno decidido a recuperar la iniciativa. El mensaje es contundente: el libertarismo no se rinde, ajusta filas y se prepara para dar batalla con nuevas caras y un estilo cada vez más confrontativo.