El fantasma de otra crisis golpea con fuerza: los bonos argentinos se hundieron hasta un 7 %, mientras las acciones que cotizan en Wall Street retrocedieron cerca de un 4 %. La caída refleja un clima de pánico financiero, donde la incertidumbre cambiaria y la falta de confianza en la política económica empujan a los inversores a refugiarse lejos del riesgo argentino.
El dólar mayorista avanza sin freno y ya se ubica en torno a los $1.425, muy cerca del techo de la banda establecida por el Gobierno. Las medidas de emergencia para frenar la sangría —como restricciones al arbitraje entre divisas y bonos— parecen no alcanzar. El mercado desconfía y la presión sobre las reservas se intensifica día a día.
En paralelo, el riesgo país vuelve a escalar, señal de que la desconfianza internacional se profundiza. Los fondos especulativos abandonan posiciones y los títulos públicos se hunden, arrastrando la cotización de bancos y empresas argentinas en Nueva York.
Todo ocurre en un contexto de creciente tensión política, con elecciones en el horizonte y un clima social cada vez más cargado. Para los analistas, la tormenta apenas comienza: si no aparece un plan de estabilización claro, la corrida puede intensificarse y dejar al Gobierno contra las cuerdas.
El mercado manda un mensaje brutal: la paciencia se agotó y el margen de maniobra es cada vez menor.