Lo que debía ser un simple lunes se transformó en un verdadero temblor en la vida cotidiana: el Día del Empleado de Comercio paralizó gran parte del mapa comercial argentino. Miles de persianas bajas, shoppings apagados y consumidores desorientados marcaron la jornada.
Los grandes supermercados, cadenas de electrodomésticos y mayoristas decidieron no abrir sus puertas. En los shoppings, sólo los patios de comida y los cines quedaron en pie, mientras que locales de indumentaria, calzado y tecnología permanecieron clausurados.
En contraste, muchos negocios atendidos por sus propios dueños optaron por abrir, convirtiéndose en la única alternativa para quienes necesitaban hacer compras de urgencia. Sin embargo, la incertidumbre y la disparidad de criterios generaron confusión en los clientes.
La normativa establece que el Día del Empleado de Comercio tiene carácter de feriado. Esto significa que quienes trabajan deben cobrar el doble, mientras que aquellos que no lo hacen mantienen intacto su salario. Una conquista gremial que se hace sentir en la economía diaria.
La postal fue clara: consumidores recorriendo calles con la expectativa de encontrar negocios abiertos, familias cambiando planes de compras y un sector comercial que, una vez más, divide su calendario entre la celebración y la necesidad de facturar.