El Congreso argentino vivió una escena histórica: por primera vez en tres décadas, un funcionario nacional fue interpelado en el recinto. Pero lejos de ofrecer claridad sobre el escándalo de la criptomoneda $LIBRA, lo que dejó en evidencia la presentación del jefe de Gabinete, Guillermo Francos, fue el vacío de responsabilidades políticas y el blindaje mediático del Presidente Javier Milei y su asesor clave, Santiago Caputo, quienes aún no han dado una sola explicación pública sobre su rol en la promoción de un proyecto que hoy es investigado como una estafa internacional.
Francos, en soledad: ¿vocero de un engaño o chivo expiatorio?
Francos se presentó solo, sin los ministros centrales del caso: ni el titular de Economía, Luis “Toto” Caputo, ni el de Justicia, Mariano Cúneo Libarona, ni tampoco el presidente de la CNV. Todos se excusaron con notas administrativas, como si se tratara de un trámite menor. La oposición logró una nueva citación para el 14 de mayo, pero el gesto ya estaba hecho: el gobierno eligió exponer a Francos como fusible ante un tema que involucra directamente al Presidente y su círculo más cerrado.
Durante su alocución, Francos repitió que “la información difundida era pública” y que Milei fue informado de un proyecto “interesante para pymes”, sin relación con los acusados ni vínculo contractual alguno. Sin embargo, no pudo explicar cómo el Presidente accedió al código del contrato de $LIBRA antes de que estuviera publicado oficialmente, ni quién se lo acercó. La justificación fue difusa: “Le pareció buena idea compartirlo”.
En política, las omisiones suelen hablar más que las respuestas. Y en este caso, la principal ausencia fue la del propio Milei, quien promovió el criptoactivo desde su cuenta oficial de X y posó públicamente con varios de los implicados, como Hayden Davis. Frente a este hecho, Francos solo atinó a responder que “todos quieren una foto con el Presidente”.
El silencio de Caputo y el blindaje discursivo
Resulta llamativo que Santiago Caputo —arquitecto del discurso oficialista, estratega de redes y guardián del relato libertario— haya permanecido en completo silencio ante un escándalo que expone el corazón del marketing presidencial. El asesor, que administra los canales comunicacionales del Presidente y decide qué se dice y cómo, no emitió ni un solo mensaje público sobre el caso $LIBRA. Su ausencia, al igual que la de Milei, no es una omisión accidental: es una estrategia deliberada.
La puesta en escena dejó entrever una maniobra de protección del núcleo duro del poder, mientras se expone a Francos a un desgaste sin respaldo. De hecho, su presentación fue más política que técnica: eligió, en su segunda intervención, atacar a gobiernos anteriores y evitar responder preguntas clave. Una maniobra que buscó desviar la atención y encapsular la crisis dentro del Congreso.
Una degradación institucional en tiempo real
El episodio evidencia una crisis de transparencia en el seno del Ejecutivo, donde los funcionarios clave evitan declarar, las explicaciones son evasivas y los canales institucionales son usados más como defensa política que como espacios de rendición de cuentas. Como sintetizó Margarita Stolbizer: “Lo que escuchamos hoy constituye una degradación política, institucional y moral de la Argentina”.
La insistencia de Francos en que “el Presidente no considera que haya habido una estafa” contradice la investigación judicial en curso y levanta una pregunta incómoda: ¿cómo es posible que un jefe de Estado no solo ignore señales de alerta, sino que promocione públicamente un proyecto sin verificar su legalidad?
La falta de respuestas, sumada a la negativa a conformar una comisión investigadora con poder real, refuerza la sospecha de encubrimiento o, en el mejor de los casos, negligencia extrema.
El caso $LIBRA no sólo pone en juego la transparencia del gobierno libertario, sino la credibilidad de su narrativa fundacional: la de un Presidente que venía a terminar con la casta, pero hoy se niega a explicar su rol en una posible estafa.