El gobierno chino amenaza con contramedidas si terceros países firman acuerdos que perjudiquen sus intereses. Washington usa la presión arancelaria como herramienta de alineamiento global.
En un contexto de tensión creciente entre las dos mayores potencias del mundo, China emitió una dura advertencia: tomará represalias contra cualquier país que firme acuerdos comerciales con Estados Unidos que afecten sus intereses. La declaración ocurre en un momento crítico de la guerra comercial global, mientras Washington acelera una ofensiva arancelaria para aislar a Pekín en el tablero internacional.
EE.UU. endurece su estrategia: “Premios” a quienes rompan con China
Desde su regreso a la presidencia, Donald Trump ha reinstaurado aranceles masivos a las importaciones chinas, que en algunos casos alcanzan hasta un 245%. En paralelo, su administración busca sumar aliados: ofrece exenciones arancelarias a cambio de que otros países limiten sus relaciones comerciales con China.
La estrategia se basa en una lógica de “con nosotros o contra nosotros”, y ya generó movimientos diplomáticos en Japón, Corea del Sur, India y Reino Unido, cuyos líderes han iniciado o agendado negociaciones con la Casa Blanca.
China responde: “El apaciguamiento no trae paz”
Pekín reaccionó con firmeza. A través del Ministerio de Comercio y editoriales oficiales como el del China Daily, advirtió que “el apaciguamiento no trae paz” y que tomará contramedidas contra cualquier país que se alinee con EE.UU. en su perjuicio. Además, impuso nuevos aranceles del 125% a productos estadounidenses y prometió “luchar hasta el final”.
Estas declaraciones marcan una escalada discursiva y económica que podría afectar la estabilidad global, especialmente si se profundiza la presión sobre países intermedios.
El dilema de los aliados: ¿neutralidad o alineamiento?
El conflicto coloca a naciones clave en una encrucijada geopolítica. Países como Japón, Corea del Sur e India dependen comercialmente tanto de EE.UU. como de China. Elegir un bando implica riesgos económicos y diplomáticos considerables.
Por ejemplo, el 20% de la rentabilidad de Japón proviene de EE.UU., y el 15% de China, según Jesper Koll del Monex Group. Esto vuelve inviable una ruptura con cualquiera de las dos potencias sin consecuencias internas.
Lo mismo ocurre con India, que enfrenta la amenaza de un arancel del 26% si no accede a un nuevo acuerdo con Washington, mientras intenta mantener una relación estratégica con Pekín.
Un conflicto comercial con consecuencias globales
La guerra comercial ya está impactando a nivel macroeconómico. Las bolsas internacionales cayeron tras los primeros anuncios de Trump, y los mercados se muestran volátiles ante la incertidumbre de posibles represalias cruzadas.
Expertos advierten que, si bien EE.UU. busca relocalizar su industria mediante aranceles, ese proceso llevaría décadas, mientras tanto los consumidores podrían enfrentar subas de precios y menor competitividad.
A su vez, el uso de aranceles como herramienta de presión política erosiona los principios del libre comercio global e impulsa una reconfiguración de alianzas que podría afectar organismos como la OMC.
China y EE.UU.: más que una guerra comercial, una disputa por el liderazgo global
Este enfrentamiento no es solo económico: es una pugna por la hegemonía mundial. Estados Unidos busca preservar su centralidad en las cadenas de valor globales, mientras China defiende su modelo de desarrollo y su derecho a expandirse como potencia tecnológica y financiera.
Ambas potencias están usando la coerción económica como arma de influencia, y los países en desarrollo quedan atrapados en una lógica de sumisión o castigo, sin espacio para la neutralidad.
Conclusión: el mundo en una nueva Guerra Fría comercial
La amenaza china y la ofensiva estadounidense dejan en claro que el conflicto está mutando en una Guerra Fría económica, donde cada tratado, arancel o represalia puede tener un efecto dominó sobre múltiples naciones.
En esta disputa no hay ganadores a corto plazo, pero sí un mensaje clave: en la economía globalizada, la política comercial ya no es técnica—es estrategia geopolítica pura.