China y Vietnam refuerzan su alianza estratégica en medio de tensiones globales: ¿amistad o posicionamiento geopolítico?

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En un contexto de creciente tensión global, el presidente de China, Xi Jinping, y las máximas autoridades de Vietnam se reunieron esta semana en Hanoi para enviar un mensaje potente al mundo: la alianza entre ambos países sigue firme, con más peso político que nunca. Lo que en los papeles fue presentado como un encuentro de “hermandad” y “camaradería” es, en los hechos, un movimiento estratégico en el tablero del sudeste asiático, donde las grandes potencias compiten por influencia.

¿Por qué es relevante esta reunión?

Porque no se trata solo de un gesto diplomático entre dos países vecinos: es parte de una estrategia más amplia de China para asegurarse aliados sólidos en una región clave, justo cuando su rivalidad con Estados Unidos está en uno de sus puntos más altos.

Vietnam, aunque mantiene una postura de equilibrio entre China y Occidente, es un actor cada vez más cortejado por todos los grandes jugadores globales. Por eso, esta señal pública de “unidad socialista” también es una forma de marcar territorio en el vecindario.

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Una “amistad” cargada de historia… y de intereses

Tanto China como Vietnam resaltaron su historia compartida de lucha antiimperialista, y reafirmaron sus lazos bajo una narrativa común: el socialismo, la soberanía y la modernización nacional. Pero más allá de las palabras, la visita de Xi a Hanoi busca:

  • Consolidar a Vietnam como aliado económico y político en el marco de las iniciativas chinas como la Franja y la Ruta, que busca conectar Asia con Europa y África a través de infraestructura.
  • Neutralizar la creciente influencia de Estados Unidos en la región, que en los últimos años firmó acuerdos militares y comerciales con Vietnam.
  • Coordinar agendas regionales sobre seguridad, desarrollo e incluso juventud, como parte del esfuerzo por construir una “comunidad con futuro compartido”.

¿Y qué busca Vietnam?

Vietnam, por su parte, juega un difícil equilibrio entre la cercanía geográfica e ideológica con China y sus crecientes vínculos comerciales con Occidente. Aunque comparte con Pekín una visión de desarrollo controlado por el Estado y una historia comunista, también compite con China por el liderazgo industrial en Asia, especialmente en el terreno tecnológico y logístico.

Además, los dos países han tenido históricamente disputas territoriales en el Mar del Sur de China, una zona estratégica para el comercio mundial y rica en recursos naturales.

Entonces, este encuentro no borra las tensiones de fondo, pero sí muestra que ambos gobiernos están dispuestos a priorizar una alianza pragmática, con foco en estabilidad y desarrollo económico.

El mensaje al mundo

Cuando Xi Jinping habla de oponerse al “unilateralismo” y a la “política de poder”, está apuntando, sin nombrarlos, a Estados Unidos y sus aliados, que según la mirada china intentan imponer un orden global dominado por el oeste. Al reforzar la alianza con Vietnam, China se posiciona como el líder regional que propone un modelo alternativo de cooperación y desarrollo, sin interferencia externa.

¿Qué puede pasar a futuro?

Este tipo de acercamientos muestran que el sudeste asiático se está convirtiendo en un campo clave de disputa geopolítica, donde los países medianos como Vietnam tienen cada vez más poder de decisión y margen de maniobra. China sabe que no puede dar por sentadas las lealtades en la región, y por eso busca consolidarlas con este tipo de gestos.

En resumen, no fue solo un acto de camaradería: fue un mensaje estratégico con múltiples destinatarios, desde Washington hasta Tokio, pasando por Bruselas.

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