La Corte Suprema ratificó la condena contra Cristina Fernández de Kirchner y desató una jornada de fuerte tensión política y movilización social. La expresidenta no solo repudió el fallo, sino que lo enmarcó como parte de una ofensiva contra el peronismo y llamó a reorganizar el campo popular. El resultado del fallo, lejos de cerrar una etapa judicial, reabre una disputa de poder con consecuencias impredecibles para el escenario político argentino.
Un fallo histórico con lectura política
El fallo ratifica la condena a seis años de prisión e inhabilitación perpetua para ejercer cargos públicos, en la causa conocida como Vialidad. Más allá del contenido jurídico, el fallo tiene un impacto político central: inhabilita a la principal figura del peronismo y una de las dirigentes con mayor caudal electoral del país. Para Cristina, esto no es un cierre judicial, sino un capítulo más de una persecución impulsada por los sectores concentrados del poder económico y mediático.
Desde el escenario montado frente a la sede del PJ, la exmandataria fue categórica:
“Este triunvirato impresentable —Rosatti, Rosenkrantz y Lorenzetti— responde al poder económico concentrado. Esto no tiene final feliz y ellos lo saben”.
La lectura de CFK es clara: el fallo no responde al Estado de Derecho, sino a un reordenamiento del sistema político impulsado por intereses que buscan desactivar cualquier alternativa de poder popular.
La respuesta: unidad y resistencia
El contexto de la sentencia tuvo como respuesta una masiva movilización peronista frente a la sede del Partido Justicialista. La imagen de una militancia activa, presente y dispuesta a organizarse fue central en el mensaje que buscó transmitir la exmandataria:
“A militar junto a todos los colectivos sociales que están siendo agredidos por estas políticas. A organizarse, como siempre lo hicimos”.
Este llamado a la acción no es menor. Cristina apuntó directamente a los vacíos de representación que hoy atraviesan al sistema político. Planteó, incluso, la necesidad de convocar al voto en blanco desde la legitimidad de un nuevo proyecto nacional. Es decir, reconstruir desde abajo un sujeto político que vuelva a representar a las mayorías.
Repercusiones y fracturas en el oficialismo
La reacción del peronismo no fue uniforme, pero sí contundente. Axel Kicillof, Sergio Massa, Juan Grabois y los principales sindicatos se acercaron al PJ para expresar su respaldo. Aunque persisten tensiones internas —como el vínculo frío entre el gobernador bonaerense y La Cámpora—, el acto logró mostrar una foto de unidad en medio de una crisis institucional.
Kicillof calificó el fallo como “una auténtica infamia” y Massa decidió suspender una reunión de su espacio para acompañar a la expresidenta. La presencia de todos los sectores del movimiento peronista da cuenta de que, más allá de las diferencias internas, el fallo fue leído como un ataque al conjunto del espacio.
¿Qué significa este fallo para la democracia?
Cristina planteó una tesis inquietante: en la Argentina de Milei, no solo hay un cepo al salario, sino también al voto popular. La inhabilitación de una dirigente con fuerte respaldo social abre un debate profundo sobre los límites de la justicia en democracia y sobre el papel que juegan los tribunales cuando deciden quién puede y quién no puede ser candidato.
La sentencia no sólo busca disciplinar al liderazgo de Cristina Kirchner, sino también marcar un precedente para futuros liderazgos populares. En palabras del dirigente social Juan Grabois:
“La detención de Cristina es el inicio de una virtual dictadura”.
El uso del aparato judicial como herramienta de proscripción política no es nuevo en América Latina. Sin embargo, en este caso se da en un contexto de debilidad institucional, ajuste económico extremo y un gobierno nacional enfrentado con amplios sectores sociales.
Un nuevo ciclo de resistencia peronista
La figura de Cristina, aunque judicialmente inhabilitada, vuelve a funcionar como núcleo aglutinante del peronismo. La escena final de la jornada —una multitud acompañando su auto como si fuera una procesión— grafica el comienzo de una etapa distinta: una resistencia política más explícita, con eje en la organización territorial y social.
Las manifestaciones continuarán y el peronismo se enfrenta al desafío de traducir la bronca y la movilización en una estrategia política efectiva. Con un gobierno nacional debilitado y sin una figura opositora de igual peso, el fallo podría terminar revitalizando a un espacio que parecía desorientado tras la derrota electoral.