Otro papelón en la fuerza salteña: armas secuestradas, sumarios internos y un asado clandestino que dejó al descubierto el caos dentro de la Comisaría Primera de Metán.
La seguridad en Salta vuelve a tambalear: dos policías —una oficial y un suboficial— llegaron borrachos a trabajar a la Comisaría Primera de San José de Metán y terminaron humillados delante de toda la guardia. Los controles sorpresivos del Ministerio de Seguridad no fallaron: ambos dieron positivo en alcoholemia apenas cruzaron la puerta. Así, sin vueltas, les sacaron las armas y quedaron sumariados.
Pero la historia es todavía más grotesca. Minutos antes de presentarse a cumplir funciones, los dos efectivos estaban disfrutando de un asado bien regado en un quincho del barrio Los Altos, propiedad del propio suboficial. No sería el único uniformado presente: se investiga si un tercer policía también participó… aunque ni siquiera tuvo el reflejo de presentarse a trabajar.
El escándalo reavivó viejas denuncias: ese mismo quincho ya había sido señalado hace dos meses por reuniones dudosas, incluso con menores, aunque nada avanzó. Una de las mujeres involucradas terminó apartada, pero el clima interno quedó enrarecido.
Todo ocurre en una comisaría que ya está colapsada, donde los policías lidian no solo con indisciplina interna, sino con 32 detenidos hacinados en celdas para apenas 11 personas. Golpes, peleas, amenazas y calor insoportable hicieron que la semana pasada tuvieran que pedir refuerzos de Infantería para evitar un motín.
Mientras la Cárcel de Metán rebalsa, la comisaría se convirtió en un depósito humano improvisado. Allí duermen incluso condenados, expuestos a fugas constantes y a una estructura que se cae a pedazos. Entre policías borrachos, calabozos rebalsados y denuncias que nadie investiga, la seguridad en el sur salteño parece más fuera de control que nunca.