La próxima semana, el Almirante Alvin Holsey, flamante jefe del Comando Sur de los Estados Unidos, aterrizará en Argentina en lo que, más allá de la diplomacia protocolar, representa una reafirmación del poder militar estadounidense sobre su histórica “zona de influencia”: América Latina. A primera vista, la visita parece centrarse en “fortalecer la cooperación bilateral en defensa”, pero el contexto regional y global sugiere que hay mucho más en juego.
Comando Sur: guardianes del hemisferio para Washington
El Comando Sur (SOUTHCOM), que Holsey dirige desde 2024, no es un organismo meramente técnico. Se trata de una estructura militar estratégica que proyecta poder y vigilancia sobre toda América Latina y el Caribe, con un doble objetivo: mantener alineados a los gobiernos locales con los intereses geopolíticos de Washington y bloquear la influencia creciente de potencias extrahemisféricas como China y Rusia.
La agenda oficial incluye reuniones con el Ministro de Defensa Luis Petri y el jefe del Estado Mayor Conjunto General Xavier Isaac, pero también una visita a Ushuaia, enclave clave por su proyección antártica y su posición estratégica en el Atlántico Sur. No es casualidad. En un mundo marcado por la disputa multipolar, Estados Unidos busca reafirmar su presencia en territorios que considera sensibles frente al avance chino en infraestructura, puertos y telecomunicaciones.
Una región en disputa: China pisa fuerte, y Estados Unidos reacciona
La creciente inversión china en América Latina —en minería, energía, transporte y tecnología— ha generado inquietud en los círculos militares y diplomáticos de EE.UU., que ven cómo su influencia histórica en la región comienza a erosionarse. Países como Brasil, Bolivia o incluso Argentina han profundizado lazos comerciales y tecnológicos con Beijing, despertando alertas en Washington.
La visita de Holsey, entonces, debe leerse como parte de una estrategia de contención, donde la defensa, la cooperación militar y la retórica de la “seguridad compartida” se convierten en herramientas para reencauzar alineamientos políticos y evitar que América Latina avance hacia un modelo más autónomo o multipolar.
La geopolítica del Atlántico Sur
Uno de los puntos más simbólicos de la visita es Ushuaia, donde el Comando Sur busca interiorizarse sobre las operaciones militares locales. Desde allí, se proyecta hacia el Atlántico Sur, una zona de alto valor estratégico por múltiples razones: rutas comerciales globales, cercanía con la Antártida —rica en recursos y foco de disputas futuras— y la disputa de soberanía sobre las Islas Malvinas, que involucra indirectamente a otro actor clave del tablero global: el Reino Unido, histórico aliado de Washington.
En este contexto, la presencia militar estadounidense en el sur argentino podría leerse como un intento de marcar territorio en una región que, aunque hoy no está en guerra, es cada vez más codiciada por las potencias globales.
Soberanía o alineamiento automático: el dilema argentino
Con más de 200 años de relaciones diplomáticas, la Argentina suele ser presentada por Estados Unidos como un “socio confiable”. Pero el verdadero interrogante es: ¿cuán libre es la Argentina para tomar decisiones soberanas si, una y otra vez, necesita del aval y la tutela estratégica de Washington?
Bajo gobiernos de distinta orientación ideológica, la lógica de subordinación estructural ha persistido, especialmente en materia de defensa, deuda y comercio. Hoy, el gobierno de Javier Milei, abiertamente alineado con la agenda geopolítica de EE.UU. e Israel, refuerza ese camino de alineamiento automático. La visita de Holsey lo confirma.
En un escenario global cada vez más tensionado, la presencia del Comando Sur en territorio argentino no puede leerse como un gesto neutro. Es una reafirmación del poder estadounidense en su tradicional “patio trasero”, en un momento donde la región vuelve a ser terreno de disputa entre imperios.
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