El Gobierno festeja la traición sindical: Milei aprovecha la fractura de la CGT para dinamitar derechos laborales

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El Gobierno de Javier Milei vuelve a jugar con fuego. Mientras el país se hunde en la recesión, los salarios se pulverizan y los despidos se multiplican, en la Casa Rosada festejan la fractura de la CGT como si fuera un triunfo propio. “Cuanto más divididos estén, mejor”, deslizan en los pasillos del poder, confiados en que una central obrera debilitada será el trampolín perfecto para imponer la reforma laboral más regresiva de las últimas décadas.

Con el desembarco de Manuel Adorni en la Jefatura de Gabinete, el Gobierno refuerza su operativo de pinzas sobre el sindicalismo. El flamante vocero devenido ministro ahora liderará el Consejo de Mayo, el espacio donde se cocina la receta que amenaza con borrar conquistas históricas de los trabajadores. “Flexibilización”, “modernización”, “eficiencia”: palabras bonitas para disfrazar un saqueo laboral que ya está escrito.

Mientras tanto, la CGT arde. Los gremios se cruzan, se acusan, se rompen y se van. La UTA abandonó la central, Barrionuevo y los ferroviarios amagaron con lo mismo, y los “dialoguistas” de siempre vuelven a tenderle la mano al poder de turno. Desde el Gobierno sonríen: una CGT rota es el mejor escenario para avanzar sin resistencia.

Entre pasillos, Sturzenegger pule el texto final: blanqueo laboral sin costo para los empresarios, eliminación de indemnizaciones, y un nuevo marco “a medida del mercado”. Todo listo para presentarlo en las sesiones extraordinarias de diciembre, donde Milei espera aprobar su “gran reforma”.

Así, mientras el pueblo ajusta el cinturón, los poderosos levantan la copa. La llamada “libertad económica” del Gobierno libertario tiene nombre y apellido: precarización, desigualdad y obediencia sindical.

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