Mientras la Argentina se hunde en una crisis sin precedentes, Javier Milei sigue de gira por el mundo. Esta vez, el presidente aterrizó en Nueva York para mostrarse ante empresarios globales y, de paso, visitar la tumba del “Rebe de Lubavitch” en un gesto místico que muchos ven más como un acto de propaganda que de fe.
Acompañado por su hermana Karina, el canciller Pablo Quirno y el ministro de Economía Luis Caputo, Milei viajó desde el paraíso millonario de Mar-a-Lago —donde bailó al ritmo de YMCA en una gala de la ultraderecha estadounidense— hasta Manhattan, donde se aloja en un hotel de lujo sobre la Quinta Avenida. Todo pagado, claro, por el Estado argentino que él mismo prometió “achicar”.
Desde el Council of America, Milei volverá a vender su receta de “ajuste y redención capitalista” frente a ejecutivos de gigantes como Pfizer, Pepsico y Morgan Stanley, compañías que hace años aprovechan la mano de obra barata y los beneficios fiscales en países como el nuestro. “Demuestren la superioridad moral del capitalismo”, dijo sin titubear, mientras en la Argentina el pueblo lucha por llegar a fin de mes y los precios suben más rápido que las promesas de su gobierno.
En su visita al cementerio de Queens, Milei “agradeció” su triunfo electoral ante la tumba del Rebe, buscando otra foto mística para su show personal. Pero lejos de la espiritualidad, el viaje parece otro capítulo del reality presidencial: giras de lujo, discursos para multimillonarios y ninguna solución real para los argentinos que siguen pagando el ajuste con hambre y desempleo.
Mientras el Presidente recorre templos y rinde pleitesía a los poderosos del mundo, la economía local se desploma, los salarios se pulverizan y el país se vuelve cada vez más dependiente de los mismos intereses que Milei promete servir “en nombre de la libertad”.