Tras un partido cargado de tensión que terminó con empujones y golpes, la FIBA aplicó duras sanciones: suspensiones, multas millonarias y federaciones al borde del escándalo.
La violencia se desató justo después del silbato final del reñido encuentro entre Argentina y República Dominicana, que se definió por un ajustado 84-83 en tiempo extra. La cancha, escenario de polvos deportivos, quedó registrada en imágenes que capturaron a los protagonistas intercambiando puñetazos y forcejeos, eclipsando cualquier mérito deportivo.
La reacción del organismo rector fue inmediata y contundente: varios jugadores de ambos equipos fueron suspendidos por uno o dos partidos oficiales en competencias internacionales. Además, entrenadores y federaciones no quedaron afuera: se impusieron multas cuantiosas, algunas de ellas condicionadas a periodos de prueba, lo que deja un mensaje claro sobre el reglamento y el fair play.
El costo institucional fue alto. Las federaciones nacionales enfrentan sanciones económicas importantes, con montos en francos suizos (una moneda de referencia en la FIBA). En algunos casos, la mitad de la multa queda condicional, con la advertencia de impacto automático si se reincide. Las consecuencias deportivas y financieras ponen en evidencia que el descontrol puede salir muy caro, más allá del marcador.
