Tras diez días de negociaciones en Ginebra, 184 países no lograron firmar un acuerdo global para frenar la crisis del plástico. La industria bloqueó compromisos y las organizaciones alertan sobre los riesgos para la salud y el ambiente.

Cada semana, una persona consume en promedio el equivalente a una tarjeta de crédito en microplásticos. Con ese dato sobre la mesa, 184 delegaciones se reunieron en Ginebra para redactar un Tratado Global del Plástico bajo el paraguas de Naciones Unidas. Diez días después, la conferencia —denominada INC 5.2— terminó sin acuerdo.
El resultado fue leído como un fracaso. Sin embargo, para Ana Rocha, de la Alianza Global Alternativas a la Incineración (GAIA), “un no tratado es mejor que uno malo y que no se cumpla”.
El choque de intereses
El principal obstáculo fue político y económico: países productores de petróleo y plásticos como Arabia Saudita, Rusia, China y Estados Unidos frenaron avances, mientras que la Coalición de Alta Ambición —integrada por naciones de África, Europa, América Latina y el Caribe— presionaba por un acuerdo vinculante que cubriera todo el ciclo de vida del plástico, desde su producción hasta su descarte.
La falta de consenso también giró en torno al financiamiento y a la responsabilidad de los países ricos frente a los de ingresos medios y bajos, que reclaman fondos para mejorar su infraestructura de reciclado.
Un problema global en números
- Producción anual de plásticos: más de 400 millones de toneladas.
- Tasa global de reciclaje: apenas el 10%.
- Proyecciones al 2050: 178% más residuos que en 2020 (3.172 billones de toneladas).
- Consumo humano: el equivalente a una tarjeta de crédito por semana en microplásticos.
Salud en riesgo
El informe “Plásticos, salud y un solo Planeta”, de WWF y la Universidad de Birmingham, recopiló 200 estudios científicos y confirmó que los micro y nanoplásticos se asocian a problemas endócrinos, cánceres hormonodependientes, infertilidad y enfermedades respiratorias crónicas.
“Los residuos plásticos ya contaminan todos los ambientes naturales y entraron en la cadena alimenticia. Hoy son una cuestión de salud pública”, advirtió Diego Albareda, de Fundación Vida Silvestre.
¿Y ahora qué?
A pesar del traspié, organizaciones como Unplastify sostienen que la presión ciudadana y científica puede empujar a la diplomacia internacional. “Un acuerdo global es posible, pero la transición hacia un mundo sin plásticos de un solo uso ya empezó desde abajo: en ciudades, empresas y comunidades”, afirman.
En paralelo, desde la Asociación Internacional de Residuos Sólidos (ISWA) insisten en que la prioridad debe ser reducir la producción, no solo gestionar residuos: diseñar envases más simples, eliminar aditivos tóxicos y aplicar la Responsabilidad Extendida del Productor.
El caso argentino
En Argentina, los proyectos de Ley de Envases con Inclusión Social y de Responsabilidad Extendida del Productor siguen frenados en el Congreso. Según Ecoplas, el país tiene 190 recicladoras que generan 25.000 empleos, pero trabajan al 50% de su capacidad.
“Con un sistema nacional de recolección diferenciada podríamos duplicar el volumen reciclado”, remarca Verónica Ramos, directora de la entidad.
El dilema pendiente
El planeta necesita un Tratado Global que regule al plástico como el Acuerdo de París lo hizo con el clima. Mientras tanto, la producción sigue creciendo, el reciclaje se estanca y los plásticos de un solo uso se acumulan en océanos, alimentos y cuerpos humanos.
La pregunta que quedó flotando tras Ginebra es clara: ¿cuánto más se puede esperar para un acuerdo que ya llega tarde?