El gobierno de Javier Milei está al borde del precipicio político. En una movida que podría marcar un punto de quiebre, habilitó $12.500 millones para cuatro provincias con el objetivo de asegurar votos que protejan sus vetos presidenciales, justo cuando la oposición prepara una sesión explosiva que podría dejar al presidente con las manos vacías.
En la Cámara de Diputados se definirá si prosperan las leyes vetadas: una para declarar emergencia en pediatría por la crisis del Hospital Garrahan, y otra para aumentar el financiamiento universitario. Milei reaccionó vetando ambas iniciativas, aduciendo que no puede comprometer el superávit fiscal, aunque detrás de esa decisión se percibe algo más: miedo a perder en un contexto político cada vez más hostil.
La pelota está en la cancha de los diputados. La oposición necesita dos tercios de los votos para derribar los vetos, algo que parece al alcance si suman a los ausentes y abstenciones que dijeron presente el mes pasado. En las últimas horas, el ministro del Interior, Lisandro Catalán, salió a repartir recursos territoriales, acercarse a gobernadores de distintas provincias y ampliar la caja para seducir aliados.
El presidente anunció subas importantes: salud (17 %), educación (8 %), jubilaciones (5 %) y pensiones por discapacidad; y prometió para las universidades un presupuesto de 4,8 billones de pesos. Pero para muchos no son más que promesas destinadas a calmar tormentas antes del huracán electoral.
Una derrota en esta sesión sería un golpe político demoledor para Milei. La furia social está latente, los reclamos crecen, y la política económica, tensionada. En pocos días, se verá si el Ejecutivo logra imponerse con su estrategia de blindaje… o si la oposición logra voltearlo.
