El ajuste no se detiene y el impacto vuelve a caer sobre los argentinos. Mientras el Gobierno insiste con su discurso de “estabilidad”, el precio de los combustibles volvió a dispararse por encima de la inflación y dejó en evidencia el descontrol de la política energética oficial.
Pese a las prórrogas parciales y los parches improvisados sobre los impuestos a los combustibles, la nafta súper aumentó un 4,5% solo en el último mes, más del doble de la inflación promedio. En términos interanuales, el salto fue escandaloso: 41,2%, pasando de $1.108 en diciembre de 2024 a $1.564 en la actualidad.
La nafta premium tampoco se quedó atrás: subió 3,5% en el último mes y acumula un 31,3% interanual, mientras que el gasoil registra un aumento del 39,8% y ya roza los $1.570 por litro. Todo esto ocurre mientras el precio internacional del petróleo bajó, dejando al descubierto que el Gobierno utiliza los surtidores como una caja silenciosa para ajustar.
Especialistas advierten que las subas fueron contenidas artificialmente antes de las elecciones y liberadas apenas pasaron las urnas, confirmando una vez más que el “alivio” fue puro humo. El propio Ejecutivo reactivó los impuestos al combustible mediante el Decreto 840/2025 y prepara nuevos aumentos para enero de 2026, que prometen otro golpe directo al bolsillo.
Mientras tanto, caen las ventas de gasoil, especialmente en el interior del país, y solo unas pocas provincias muestran leves mejoras, reflejando el daño real a la actividad productiva. La realidad es clara: los combustibles aumentan, la inflación oficial no alcanza para explicar los tarifazos y el Gobierno sigue empujando el ajuste por la ventana, con los argentinos pagando la cuenta en cada surtidor.