La pesadilla inflacionaria no da tregua. En agosto, los precios en la Ciudad de Buenos Aires volvieron a pegar un salto descomunal del 1,6%, dejando un panorama devastador para los bolsillos porteños.
El dato anual estremece: en apenas doce meses, los precios acumulan un alza feroz del 37,4%. Una escalada que convierte la vida cotidiana en una verdadera carrera de resistencia donde el salario nunca alcanza y cada compra se vuelve un lujo.
El rubro de alimentos y bebidas continúa siendo el gran verdugo de las familias, mientras la vivienda, los servicios y el transporte golpean sin piedad. El panorama se vuelve asfixiante: la clase media se achica, los gastos básicos se convierten en imposibles y la sensación de inestabilidad se multiplica día a día.
La inflación en la Ciudad no solo refleja un número en las estadísticas: es el termómetro de un malestar social que crece, una señal de alarma que expone la crudeza de un modelo que aún no encuentra freno.