La Justicia volvió a avanzar sobre Cristina Fernández de Kirchner, ordenando el decomiso de bienes por casi $685 mil millones en la causa Vialidad.
Un fallo que suena fuerte, sí, pero que cuando uno lo mira con calma, se sostiene más en titulares que en pruebas.
Otra página del mismo cuento: siempre las mismas acusaciones, los mismos peritajes cuestionados, y el mismo afán de convertir decisiones políticas en delitos.
Y sin embargo, detrás del ruido judicial hay algo más profundo, más humano, más peronista si se quiere.
🌙 Cristina, la estadista… y la mujer que no sabe correrse
Cristina fue —y es— una de las grandes presidentas de la historia argentina.
Transformó, amplió derechos, puso al Estado en el centro, defendió al que casi nunca tiene voz.
Ese legado no se mancha con titulares ni con causas armadas.
Pero Cristina también tiene algo muy suyo:
Ese fuego interno, esa necesidad de seguir guiando, de no soltar el timón, de querer ser faro incluso cuando el barco pide nuevos marineros.
Un gesto humano, demasiado humano.
En su afán de proteger a su hijo, de levantarlo, de mostrarle al mundo que él también es parte de su historia, terminó alimentando una narrativa que sus enemigos usaron sin piedad.
El amor materno convertido en arma, en excusa, en munición para quienes jamás la quisieron ver gobernar.
Es triste, porque así como dio todo por la política, a veces no supo darle espacio a los que venían atrás.
Y ese capricho —pequeño comparado con su inmenso legado— terminó empañando una imagen que llevaba años brillando sola, sin pedir permiso.
⚖️ Y la justicia…
Mientras tanto, el Poder Judicial sigue haciendo lo suyo:
Sin pruebas nuevas, sin demostrar perjuicio al Estado, sin mostrar un solo elemento contundente.
Un fallo que parece más un acto político que jurídico, una pieza más del lawfare que intenta desde hace años correr del mapa al peronismo y a quienes lo representan.
🌹 Una mujer, un movimiento, un dilema
Cristina siempre fue más que una presidenta: fue símbolo, bandera, madre, militante.
Y como toda figura gigante, dejó una sombra larga.
Una sombra que protege, pero también tapa.
Quizás llegó la hora de que esa luz —que ya hizo historia— les deje lugar a otras luces nuevas, a cuadros jóvenes, a voces frescas que no cargan con el desgaste de décadas de persecución.
No porque Cristina no pueda.
Sino porque no hace falta que lo haga todo ella.
Porque su legado ya está escrito.
Porque su nombre ya es historia grande.
Y porque a veces, correrse también es una forma de conducir.