La cumbre del Mercosur celebrada este jueves en Buenos Aires dejó al descubierto mucho más que un desacuerdo político: puso en evidencia una profunda grieta geopolítica entre dos modelos de integración regional. De un lado, el presidente argentino Javier Milei, que busca desmantelar los pilares históricos del bloque. Del otro, el presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, que defiende una visión cooperativa y soberanista del Mercosur.
El encuentro estuvo marcado desde el inicio por un saludo frío, sin diálogo bilateral, y discursos que confirmaron la falta total de sintonía. Milei calificó al Mercosur como una “cortina de hierro” que atrasa y aísla, mientras Lula lo reivindicó como un escudo protector en un mundo dominado por guerras comerciales e incertidumbre climática.
🔍 El trasfondo geopolítico
En términos geopolíticos, la disputa refleja el enfrentamiento entre dos lógicas: el aislacionismo liberal unilateral de Milei y el regionalismo estratégico de Lula.
Milei cuestionó el Mercosur por su rol proteccionista y afirmó que el bloque “castigó a sus poblaciones con bienes y servicios más caros y de peor calidad”. Su propuesta: transformarlo en una plataforma de libre comercio sin barreras comunes ni regulaciones compartidas, donde cada país negocie individualmente con el mundo. Una visión que implica el vaciamiento político del bloque.
Lula, en cambio, reafirmó el valor estratégico del Mercosur como un instrumento para fortalecer el poder de negociación colectiva frente a grandes potencias y crisis globales. “Nos protege de las guerras comerciales y nos acredita como socios confiables”, dijo, en una defensa explícita del multilateralismo regional.
🌍 El clima como nueva frontera ideológica
Uno de los momentos más tensos fue la mención de Lula al “negacionismo climático”, en alusión directa al pensamiento de Milei, quien ha negado en reiteradas ocasiones la existencia de un calentamiento global provocado por el ser humano.
“La realidad expone las falacias del negacionismo climático”, advirtió el mandatario brasileño, al recordar que América del Sur ya sufre sequías, incendios y pérdidas agrícolas. Y agregó que Brasil reducirá sus emisiones de gases de efecto invernadero en hasta un 67% para 2035, marcando una agenda ambiental ambiciosa.
Para Milei, por el contrario, las regulaciones climáticas son una traba al crecimiento económico. Esta divergencia convierte al cambio climático en un nuevo eje de fractura geopolítica dentro del Mercosur, alineando a Brasil con los estándares internacionales y alejando a Argentina de las agendas globales.
🧭 ¿Hacia dónde va el Mercosur?
Este cruce no es menor: el Mercosur enfrenta una crisis de rumbo. La llegada de Milei supuso un giro radical en la política exterior argentina, con una postura abiertamente hostil hacia los mecanismos regionales y una preferencia por acuerdos bilaterales, especialmente con potencias como Estados Unidos o Israel.
Brasil, por el contrario, busca reposicionar al Mercosur como un bloque influyente en el Sur Global, capaz de negociar con China, la Unión Europea y los BRICS como un actor cohesionado. Esta diferencia de estrategias complica las negociaciones externas del bloque y siembra dudas sobre su continuidad como tal.
🧩 Conclusión: un bloque partido
La cumbre no dejó avances concretos, pero sí una imagen clara: el Mercosur está dividido no solo por ideologías políticas, sino por visiones irreconciliables sobre el futuro de la región. Mientras Lula apuesta por la cooperación regional como herramienta de defensa frente a las crisis globales, Milei propone desandar ese camino para abrazar el libre mercado sin red.
El traspaso de la presidencia pro témpore a Brasil no disimula la tensión. Por el contrario, abre una etapa de incertidumbre donde el principal bloque comercial de América del Sur deberá redefinir su sentido o resignarse a su fragmentación.