Milei firma un acuerdo “histórico” con EE.UU.: promesas de apertura, rebaja de aranceles y un país cada vez más dependiente

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El Gobierno celebra la rebaja de aranceles y la llegada de inversiones, mientras especialistas advierten que Argentina podría quedar aún más dependiente de Washington.

El Gobierno de Javier Milei volvió a vender ilusión como si fuera un triunfo nacional. Ayer anunció un acuerdo comercial con Estados Unidos que, según la Casa Rosada, abriría mercados, bajaría aranceles y traería inversiones millonarias. Pero detrás del festejo oficial, crecen las dudas sobre qué cedió realmente la Argentina y cómo afectará esto a la economía local.

El pacto promete beneficios para sectores como el acero, el aluminio y la carne. Sin embargo, la letra chica sigue oculta y no está claro si esta apertura provocará un conflicto con el Mercosur, que exige reglas comerciales comunes. Aun así, el Gobierno avanzó sin consultar ni medir el impacto regional.

Mientras Milei fortalece su alianza política con Donald Trump, la balanza comercial sigue siendo desfavorable para Argentina. Estados Unidos ya es el segundo destino de nuestras exportaciones y, al mismo tiempo, el principal inversor extranjero. Para ellos, el negocio es enorme. Para nosotros, el riesgo es quedar aún más atados a intereses ajenos.

El campo salió rápido a festejar. Aseguran que podrían exportar más carne, aunque eso no significa que los argentinos la vayan a pagar más barata. De hecho, sucede lo contrario: cada nueva apertura hacia afuera termina encareciendo la mesa adentro.

El acuerdo aparece justo después de que el Tesoro norteamericano interviniera para sostener el dólar en plena campaña electoral y liberara parte del swap para reforzar al Banco Central. La ayuda externa, presentada como “confianza”, expone en realidad la fragilidad económica del Gobierno.

Hoy se espera una reacción positiva en los mercados, aunque la caída de Wall Street podría opacar el entusiasmo. Lo cierto es que el anuncio vuelve a repetir la misma fórmula de siempre: discursos grandilocuentes, promesas sin detalles y una Argentina que se ilusiona con acuerdos que, al final, benefician más a otros que a los propios argentinos.

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