“Narcos toman el mando de los barrios: el Estado retrocede ante la avanzada del crimen”

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Los recortes sociales del gobierno libertario no son un dato técnico: se sienten en cada cuadra. En los barrios más vulnerables de la Argentina, el vacío estatal se convirtió en terreno fértil para que bandas narco consoliden poder, control y “servicios” que antes debía garantizar el Estado.

🧨 El fenómeno que alarma

Bajo la excusa de austeridad, el plan oficial achica la red social, cierra centros de contención juvenil, suspende programas de empleo y reduce fondos para salud mental y asistencia. En ese contexto, el narcotráfico no sólo vende drogas: ya oferta lo que el gobierno deja de dar. Según reportajes internacionales, en barrios pobres los narcos reparten comida, ofrecen “protección” y, sobre todo, reclutan jóvenes sin alternativa ante el desempleo y la desesperación. The Guardian

Un testimonio estremecedor: en Buenos Aires, una transmisión en vivo mostró el asesinato de dos mujeres y una niña en plena calle, un acto de terror que demostró la impunidad desbordada de estas redes criminales. The Guardian

🔥 ¿Qué dice el análisis político?

Para sectores del kirchnerismo y de las organizaciones sociales, se trata de una estrategia de “gobierno por omisión”: el Estado se retira y el crimen avanza como actor alternativo. El blanco no es solo erradicar narcos, sino visibilizar un modelo que disuelve la presencia estatal en los sectores más expulsados.

Algunos advierten que esto ya no es “criminalidad aislada”: es una transformación comunitaria donde el narco se mete en la escena pública como una autoridad paralela. Cuando la cubierta social se desmorona, el que llega con un plato de comida, un celular o un “trabajo” se ve como salvador. Y ese salvador es el narco.

📌 El dilema moral y social

¿Quién controla hoy los pasillos de nuestras villas? ¿Quién decide quién entra y quién sale? Las madres, los jóvenes, los desempleados: todos saben que en muchas zonas hablar mal es invitar al exterminio. El narco impone silencios.

Este no es un problema mitológico de “mano dura” o “mano blanda”. Es la herida abierta de un país que se recrea entre despojo, abandono y resignación. Que no quede duda: cuando el Estado cede territorio, el crimen lo recoge sin pedir permiso.

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