Desde hoy viajar en el AMBA vuelve a ser un lujo. El Gobierno habilitó otro tarifazo que golpea de lleno a los trabajadores. En CABA, las subas llegan al 4,3%, mientras que en la Provincia escalan a un 14,8%, disfrazadas de “actualización” por inflación. La fórmula es conocida: subsidios que se recortan, excusas técnicas y un ajuste que siempre recae en el mismo lugar: el bolsillo del usuario.
En CABA, el boleto mínimo de colectivo trepa a $593,52. En la Provincia sube a $658, completando un mapa tarifario desordenado donde cada jurisdicción aumenta sin coordinación. El subte también se dispara: $1.206 por viaje, convirtiendo un trayecto básico en un gasto cada vez más difícil de sostener.
Los peajes no se quedan atrás. En hora pico, cruzar las autopistas porteñas puede costar hasta $4.912, mientras el Gobierno promete obras que siempre están “en etapas iniciales”, pero cuyos costos los pagan hoy los usuarios.
En la Provincia, la situación es aún más dura por una tasa adicional que empuja las tarifas al alza. Con SUBE sin registrar, los valores se vuelven directamente inaccesibles, superando los $1.400 en viajes largos. El transporte público deja de ser una herramienta para conectar, y pasa a ser un filtro que separa a quienes pueden pagarlo de quienes quedan afuera.
Mientras se habla de “modernización”, “energías limpias” y “equilibrio operativo”, el bolsillo de los usuarios ya está agotado. Cada aumento llega con la misma promesa de mejora, pero lo único que mejora son las tarifas.
Otro día, otro golpe. Otro ajuste que nadie pidió, pero todos pagan.