Patricia Bullrich se une a La Libertad Avanza: ¿convicción o supervivencia política?

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La ministra de Seguridad formaliza su desembarco en el espacio de Javier Milei, rompiendo definitivamente con el PRO. ¿Movimiento estratégico o la última estación de una carrera marcada por el oportunismo?

Patricia Bullrich oficializará este martes su afiliación a La Libertad Avanza (LLA), el partido que encabeza el presidente Javier Milei. El acto, que contará con la presencia de Karina Milei y Manuel Adorni, representa no solo una ruptura final con el PRO, sino también la consumación de una metamorfosis política que ya no sorprende, pero que sí interpela.

Con esta decisión, Bullrich cierra una etapa y abre otra, en la que su capital político se pone al servicio del experimento libertario. El giro, que llega a menos de dos años de haber enfrentado a Milei en las urnas como candidata presidencial de Juntos por el Cambio, expone los límites del sistema de partidos tradicionales y profundiza el proceso de realineamiento que atraviesa la derecha argentina.


De presidenta del PRO a alfil libertario

Hasta hace pocos meses, Bullrich era presidenta del PRO, el partido fundado por Mauricio Macri. Su liderazgo interno fue clave para sostener el perfil duro de Juntos por el Cambio frente a Horacio Rodríguez Larreta, y fue precisamente esa disputa la que la catapultó a la candidatura presidencial en 2023.

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Sin embargo, la derrota electoral y el acercamiento exprés al candidato outsider Milei, al que hasta entonces tildaba de “irresponsable” y “anarco delirante”, terminaron sellando su desplazamiento del tablero original. La reconciliación con Milei se dio en tiempo récord, sin matices ni condiciones, y su posterior designación como ministra de Seguridad confirmó que el pacto no era solo electoral, sino también de poder.


Una carrera signada por los giros ideológicos

Bullrich no es ajena al cambio de lealtades partidarias. Desde su militancia en la Juventud Peronista en los años ‘70, pasando por el menemismo, el Frepaso, la Coalición Cívica, Unión por Todos, el macrismo y ahora el mileísmo, su carrera está marcada por una capacidad singular para adaptarse a los climas políticos dominantes.

Esta versatilidad, que algunos interpretan como pragmatismo, para otros representa una falta de coherencia estructural que deja en evidencia cómo ciertos liderazgos priorizan la supervivencia política por sobre cualquier proyecto ideológico estable.


La lógica del poder por sobre la construcción política

La afiliación de Bullrich a LLA también es el reflejo de un sistema político cada vez más centrado en figuras y menos en estructuras partidarias sólidas. Con el PRO en crisis, sin conducción clara ni estrategia nacional, Bullrich encontró en el mileísmo un nuevo canal para sostener relevancia.

Detrás del gesto político se especula con una posible candidatura al Senado, algo inviable dentro del PRO, donde Mauricio Macri impone condiciones que impiden un acuerdo electoral con La Libertad Avanza. El pase, entonces, no sólo representa una traición al partido que la sostuvo durante más de una década, sino también una jugada de anticipación para no quedar afuera del reparto electoral de 2025.


¿Qué significa su pase para Milei?

Para el presidente Milei, sumar a Bullrich representa una consolidación del frente de poder interno. La ministra cumple una doble función: por un lado, mantiene a raya las tensiones con las fuerzas de seguridad; por otro, le da al gobierno una cara reconocible para el electorado conservador clásico que no termina de identificarse con el perfil disruptivo del mandatario.

Además, la llegada de Bullrich como militante orgánica del espacio le permite a Karina Milei profundizar la institucionalización de LLA como partido nacional, un proceso clave de cara al calendario electoral.


¿Conversión definitiva o próximo giro?

La pregunta que sobrevuela el movimiento es si esta afiliación es una conversión real o simplemente el siguiente capítulo en una historia de adaptaciones. Con su historial, nadie podría asegurar que Bullrich no vuelva a cambiar de bandera si el viento político así lo exige.

Lo cierto es que su salto refuerza la tendencia hacia la desideologización pragmática, donde los liderazgos orbitan en torno al poder antes que a las ideas. Una señal más de que en la política argentina actual, la coherencia es un lujo que pocos pueden permitirse, y la fidelidad partidaria, apenas un detalle de coyuntura.

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