La relación cada vez más estrecha entre Reino Unido y Chile en el Atlántico Sur encendió alarmas en el gobierno argentino, que observa con inquietud el creciente apoyo logístico y comercial que Santiago brinda a las Islas Malvinas, territorio reclamado por la Argentina desde 1833.
El acercamiento bilateral quedó en evidencia tras la reciente visita de una delegación de empresarios y funcionarios isleños a Chile, a menos de un año de que la embajadora británica en Santiago, Louise de Sousa, viajara al archipiélago. Esta dinámica consolida a Chile como un socio estratégico para Londres en la región.
El puerto de Punta Arenas se ha transformado en un enclave clave para operaciones británicas en la Antártida, recibiendo buques como el HMS Protector y aeronaves militares, entre ellas el Airbus A400M Atlas. Documentos oficiales registran vuelos que conectan Santiago y Montevideo con la base de Monte Agradable, en Malvinas, lo que amplía la capacidad de despliegue de la Royal Navy. 
Con cazas Eurofighter Typhoon, tropas Gurkhas y modernos sistemas de defensa aérea ya instalados en las islas, el Reino Unido logra sostener una proyección militar en el Atlántico Sur sin necesidad de nuevas bases permanentes, gracias a la colaboración de la infraestructura chilena.
La postura del gobierno de Gabriel Boric se aparta de la tradición regional de apoyo a la Argentina y su reclamo de negociaciones bilaterales de soberanía. Desde Santiago justifican el vínculo con las islas bajo argumentos económicos: diversificación comercial, energías renovables e integración regional.
Este escenario refuerza la alianza estratégica de Londres en el Cono Sur y tensiona aún más la disputa por la soberanía de las Malvinas.
