En el Norte ya no hablan de demoritas: hablan de abandono. Gustavo Sáenz volvió a apuntar con dureza al Gobierno nacional por la falta de respuestas, obras y compromisos que —según denuncia— la Casa Rosada acumula sin pudor mientras mendiga apoyos para el Presupuesto 2026. “El poncho no aparece”, disparó el gobernador salteño, dejando en evidencia la improvisación y el desorden de una gestión que promete futuro pero ni siquiera puede cumplir lo que firma.
Sáenz, cansado de la “rosca eterna” y de los papeles que quedan en un cajón, advirtió que las obras prometidas para su provincia llevan un nivel de atraso tan absurdo que, al ritmo actual, “las inaugurarán mis tataranietos”. Un mazazo directo al Gobierno, que reclama acompañamiento legislativo mientras le da la espalda a las provincias.
Aunque destacó la buena voluntad del ministro del Interior, Diego Santilli, dejó claro que la voluntad no alcanza cuando las decisiones reales brillan por su ausencia. Lo que exige Salta —según el mandatario— no es capricho: es lo que ya fue firmado, acordado y comprometido. Ni más, ni menos.
La bronca de Sáenz se suma al malestar creciente de los gobernadores del Norte, que ahora buscan un bloque propio para reclamar lo que consideran básico: fondos, obras y previsibilidad. Un detalle que el Gobierno parece haber olvidado mientras corre detrás de reformas, votos y anuncios sin rumbo.
Entre negociaciones que no avanzan, proyectos que nadie vio y un federalismo que se esfuma, la frase de Sáenz quedó flotando como resumen perfecto de la era Milei: “Elegimos creer”. El problema es que, cada vez más, en las provincias ya no queda nadie creyendo.