En medio del desorden político que carcome su gestión, Javier Milei vuelve a sembrar dudas sobre su rol en la escena internacional. A pocas semanas de la cumbre del Mercosur en Brasil, el Presidente aún no confirmó si asistirá al encuentro donde se podría firmar el histórico acuerdo con la Unión Europea, un pacto que lleva más de 20 años de negociaciones y que podría redefinir el comercio regional.
Mientras Lula da Silva se prepara para mostrarse como el gran artífice del tratado, Milei elige el silencio y el aislamiento. Ni irá al G20 ni parece dispuesto a compartir la foto con sus pares del bloque. En su lugar, enviará al nuevo canciller Pablo Quirno, mientras él se encierra en una Casa Rosada cada vez más fracturada por internas, renuncias y contradicciones.
Desde Brasil, el malestar es evidente. “Si Argentina no participa, el acuerdo perderá fuerza política”, advirtieron fuentes diplomáticas. Pero en Buenos Aires, el Gobierno mantiene una postura errática: prioriza su relación con Estados Unidos e Israel, dejando en segundo plano el vínculo con los socios regionales.
Detrás del discurso de “libertad y soberanía”, Milei parece dispuesto a ceder protagonismo y aislar a la Argentina de los grandes consensos internacionales, justo cuando el país más necesita inversión y credibilidad. Lula y Europa avanzan, mientras Milei duda. El libertario que prometía “volver al mundo” termina, una vez más, dando la espalda al mundo.
